Entrevista a Marivell Contreras

Entrevista a Marivell Contreras

Proyecto Anticanon

Niñez e infancia

Nací y crecí en Monte Plata, espacio al que yo llamo mi Macondo. Frondosamente verde, llena de frutas, de animales y pájaros. Era como una selva personal, donde llovía por días sin salir el sol y otros días magníficos y soleados de esos que no acaban nunca. Era realmente hermoso ser tan feliz e inocente. Jugaba todo el tiempo que no estaba en la escuela. Caminábamos por horas alrededor del pueblo o camino a Plaza Cacique, la comarca donde nació mi madre y donde siempre ha vivido su familia. Era mágico, cada atardecer, jugar al boronazo (nos pegábamos corriendo con una bola en la espalda) de día y a las escondidas de noche. Cantábamos y jugábamos los juegos tradicionales dominicanos, dando vueltas en círculos cantando Arroz con Leche, La pájara pinta y esos juegos como Me caí en un pozo, Mariscal pasando lista, Somos tres muchachas llegadas de París… Eran muchos. Pero lo mejor era la noche, cuando después de cenar, mami se ponía a planchar y a hacernos cuentos de su vida en el campo. La noche activaba mi imaginación porque descubría personajes creados por mí a partir de la proyección de la luz de la luna entre la rama de los árboles. El sonido del viento me daba pavor y vivía oyendo de todo y construyendo historias, mezclando la realidad con la fantasía.

¿Cómo fue tu vida de niña?

MI vida de niña fue espectacular, porque no existía el miedo. Era muy libre. Caminaba muchísimo, me bañaba en el río. Iba a buscar mangos y a tumbar guayabas en los límites del pueblo, que eran fincas de leche o de caña. Convivía con la naturaleza, cierro los ojos y recuerdo el sonido de los pájaros, veo las matas de mango, de pomo, de jobo, de gina, de guayaba, de caimito, de tomates… Veo los cañaverales y el sol yéndose, que siempre ha sido el atardecer mi hora favorita y a mi amiga de toda la vida inocencia. Nos hicimos un universo en el cual nos fundíamos con la naturaleza, éramos silvestres, divertidas, felices y vivíamos casi debajo del río, contando cuanto podíamos durar sin respirar o flotando sin hundirnos. Bebimos mucha agua y nos tuvimos al ahogar muchas veces, algo de lo que nunca se enteraron nuestros padres, pues se habría acabado la diversión y la libertad, se las habría cargado el miedo y de eso no teníamos ni un poco.

¿Qué clase de niña fuiste, tranquila o traviesa?

Parece que no era muy tranquila, porque mami me pegaba mucho y aunque yo siempre he pensado que yo no hacía nada, también pienso que tal vez si hacía, y lo que más hacía era hablar, contradecir y opinar en un momento en que se pensaba que “los muchachos hablan cuando las gallinas mean”. Así que nunca asentí cuando no estaba de acuerdo y me costó mucha sangre (partidas de boca).

“No escribo todos los días. Sino cuando lo necesito”.

¿Algún recuerdo o memoria que resulte significativo para ti como escritora?

Creo que son las historias que mami nos contaba. Ella nos educaba a través de estas y a mí, especialmente me encantaban. Nos sentábamos de noche, con una tía abuela que nos hacía reír con sus cuentos del campo. Teníamos también un tío de madre que nos hacía un cuento titulado “El Perro de Mamá Clecencia”, que nunca terminaba. De hecho hace unas semanas uno de mis hermanos le preguntó a mami si ella se había enterado qué fue del perro del cuento de tío Nino. Mami se río y nos dijo que no. Se murió hilvanando historias con el perro de protagonista y murió de casi cien años y nunca supimos el final del cuento.

Otra cosa que me influyó directamente, es que mami me recitaba un poema todas las mañanas al despertarme:

“Levántate niña,

alísate el pelo

que a las niñas lindas

no las rinde el sueño…”

O si no, este un poco más dramático, por el tono que ella le daba:

“Levántate de mañana

mira el sol que ya se va

y te dice hasta mañana

di madre si volverá

Volverá niña querida

y hasta tu cuna entrará

y si te encuentra vestida

que contento se pondrá”

Tuvo que ingeniárselas para despertarme porque me encanta dormir… Y tengo otros poemas y cuentos un poco más tenebrosos que nos hacía mami para llamarnos la atención y mantenernos en el camino correcto.

Fotografía Tatiana Fernández

Juventud ¿dónde estudiaste la secundaria? ¿qué te apasionaba durante la adolescencia y juventud? ¿qué cosas hacías además de la secundaria?

Estudié en Monte Plata, en el Liceo Dr. Julio Abreu Cuello. No había colegio privado ni entonces ni ahora en Monte Plata. Estudiamos todos en el mismo lugar, la escuela primaria Fernando Arturo de Meriño y luego el liceo. Era buena estudiante y muy amigable y divertida. Estudiar se me hacía fácil y pasaba sin mucho esfuerzo, lo que me dejaba tiempo libre para leer, jugar vóleibol y bailar. Tengo 7 hermanos varones mayores que eran nuestros compañeros de baile, así que resumiendo en mi adolescencia leí mucho, bailé mucho y escribí algo. Estaba naciendo a la vida política, así que me hice comunista (PACOREDO) y los domingos estudiaba a Marx y a Mao Zedong, los ídolos de nuestro “izquierdismo histórico”.

¿En qué momento comenzaste a escribir? ¿cómo, por qué? ¿qué otros acercamientos tienes con el arte, has actuado, cantado, bailado?

No me recuerdo sino leyendo. Empecé a leer en la casa de mi madrina donde cada día llegaba el periódico El Caribe y luego el Listín Diario. Empecé leyendo los comics de los periódicos: Lorenzo y Pepita, Doctor Merengue, Periquita, don Abundio. Luego pasé a los paquitos: Archie y sus amigos, Hermelinda la Linda, entre otros. De ahí pasé a las novelas de vaqueros, sí, me leí “enterito a don Marcial LaFuente…”. En esa época, un negocio que había era que uno alquilaba los paquitos y las novelas de vaqueros. Dabas uno o dos centavos y te lo llevabas, lo devolvías y te prestaban otros… Me leí las novelitas de Bárbara Cartlan y Corín Tellado. Luego me hice devota de Ágatha Christie y de ahí a la literatura fue un paso. Antes de salir de Monte Plata ya me había leído todas sus novelas y debo confesar que aún hoy mi personaje favorito es Hércules Poirot. Inolvidable como los ídolos de la juventud que uno crece, pero nunca los abandona.

En mi pre adolescencia era una joven muy activa de la iglesia católica y allí tuve un cura español que me apoyó y me dio muchas oportunidades. Leía la primera palabra en las misas y cantaba en el coro de la iglesia. De hecho, el padre Martín me ponía de cantante solista en la misma del gallo (24 de diciembre). Jajajajajaja Si no hubiera nacido en Monte Plata quizás hubiera sido bailarina o pianista, me ponía en puntillas y tenía una flexibilidad corporal increíble, pero no había ese tipo de posibilidad en mi pueblo, así que, entre la observación, la percepción y la lectura, terminé escribiendo.

 

Vida universitaria: ¿qué estudiaste, dónde, por qué? ¿cuáles eran tus metas y sueños?

Cuando terminé el liceo, le dije a mi hermano Ángel que estudiaba derecho en la UASD que me trajera todos los pensum de la universidad y saqué el de periodismo bajo el alegato de que “aquí están las únicas dos cosas que me gustan en la vida, que es leer y escribir. Eso fue hace 30 años y aún hoy es así. Es lo único que me hace feliz.

Tengo que confesar que no sabía que soñar hacía lo que me gustaba y de hecho he llegado hasta aquí solamente haciendo lo que me gusta. Por eso a pesar de todo lo que he pasado, que ha sido mucho, me siento satisfecha, porque he vivido haciendo lo que amo hacer.

Yo no sabía qué iba a hacer, pero le decía a mami que yo no iba a quedarme en una casa haciendo oficios, que yo iba a trabajar fuera de la casa y que me iba a desarrollar… Pero no sabía en qué…

 

¿Por qué escribes? ¿alguna rutina? ¿qué tiempo le dedicas? ¿qué significa para ti?

Desde pequeña siempre he escrito, mi primer cuaderno de poemas lo hice a los 15 o 16 años. Tengo una maleta de cuadernos con todo lo que he escrito por años. Mis primeros dos poemarios fueron sacados de esos cuadernos. Y sigo agregando más, escribo todo el tiempo. Escribo más poesía de la que puedo publicar. Tengo muchos cuentos escritos por años que no he publicado y así. Tengo que escribir porque es como una obligación, es lo que me motiva, lo que me mantiene equilibrada y lo que me apasiona. Escribir para mi es inevitable. Es una pulsión, superior a mí.

No escribo todos los días. Sino cuando lo necesito. Pero escribo suficiente como para poder aportar algo casi de cada tema. Un día no dejo de escribir y cuando no puedo o no quiero escribir, entonces reviso, releo y corrijo, en ese estado soy más exigente y puedo descartar lo que no sirve con gran facilidad. Pobre del escritor que crea que todo lo que escribe es bueno… Hay cosas inaceptables que también salen de uno. Ser periodista me hace una escritora humilde, que se deja corregir y que puede descartar sin remordimiento cualquier texto que no satisfaga a mi editor…